miércoles, 4 de diciembre de 2013

Porque llegas

Candombe invernal para ahuyentar al alimoche,
estampida de ñúes azules por Gran Vía,
San Juan un ventiuno de diciembre,
la última andorina decide quedarse.

Desertan todos los electricistas 
si de cortar la luz se trata,
se dejan pelo largo los militares,
se trenzan y se besan los coroneles,
el barrendero deja claveles en los escaños.

Levantamos la mirada de los teléfonos
y hay aurora boreal en los portales,
referéndum en el barrio sin coronas,
y en cada tejado hay un hombre
que escribe cartas de amor.

Flores de Yemayá en cada estanque,
alas para todos los corceles,
happy hour en el bar del tanatorio,
Copa América para barcos de papel;
en todo paso de cebra, batucada.


Todo este alboroto porque llegas,
porque traes este rumor de catarata,
de temporal que alivia a los desiertos,
y busco tu rostro en cada charco,
mares de la infancia sin naufragio,
en paradas de autobús y acantilados,
en mi ropa, en los emails, en los edenes,
en mis manos de olivo deshojado,
en las manos que serán tu primer nido.

Colibrí de marzo, nova somnolienta,
corazón mío dormido en otro cuerpo.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Nieva

El hombre del tiempo señala los mapas,
nada dice del verano que traes hasta el sofá,
de las nubes sin otoño que nos visten de lunes,
del agua nieve en la cocina cuando suena el telediario.

Va a nevar, avisa el noticiero
y todos los gorriones buscan espigas para el nido.
Dentro de las casas nieva.
Sobre los platos vacíos,
sobre los televisores y los ceniceros,
sobre la ropa rasgada por las concertinas
con que la vida cerca los abrazos.

Nieva desde hace tiempo,
ya unos años,
y la Gran Vía es un glaciar azul
un valle en U sin catedrales
de hielo ni lobos que retornen a la noche.

Sólo un valle silencioso de nieve ennegrecida,
trineos sin perros que nos ladren,
papá noeles que beben sin remedio.

Nieva dice el metereólogo
y cada puente es un pesebre
de mesías huérfano de reyes
magos y de biblia.

Nieva como lo hizo hace ya un año.

Soñábamos con jazmines sin helada,
con la Puerta del Sol en barricada,
con un anticiclón sobre tus hombros,
con agua del deshielo en los palacios.

El hombre del tiempo señalaba los mapas,
y entonces, como hoy, no dijo nada.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Frío soleado

Este frío soleado de la infancia,
justificante firmado para la maestra,
tos de noviembre y vientre de marzo.
Otoño convierte en Oz a todas las ciudades,
y a cada hombre de hojalata le regalas un corazón
cada vez que te ven esperando el autobús
con la mirada perdida en Paul Auster.

Entre los cojines de cada sofá se esconde un tesoro
y todo temporal deja una enseñanza.
Dejarse empapar por la lluvia
gritando tu nombre, aunque ya no tengamos edad,
nos arranca las espinas de la garganta.
Sobrellevaremos la bronquitis
sacándole brillo a las medallas
doradas de esa juventud
que fue tu nombre tallado en los pupitres.

Encuentro mis ojos de joven enamorado
como quien encuentra un billete
en el bolsillo de un viejo abrigo:
que sorpresa saberse tan vivo.


Y me echas una manta por encima
y digo adiós a la tos de noviembre,
al maldito aire acondicionado de los aviones,
a este silencio de iglú desalojado
que empapa el titular del telediario.
Porque tú, con tu regazo de horno y encina,
me llevas a los años en que Madrid era una isla
y yo esperaba a un Viernes con tu rostro.
Tú, aurora austral, me quitas el frío
con ese sol de la infancia tan viernes por la tarde
y entonces tu mirada hierbabuena
me cura con sus dioptrías violetas.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Nos vamos


Espero que oigas mi rezo pagano
desde este alminar al pie del río,
el más ancho el mundo,
sudestada agitando su mercurio.

Espero que te cale hasta los huesos
el agua de esta primavera, 
la más corta en mil años,
la más luminosa, como nova
estallando en nuestras gargantas.

Canté contigo en la salamanca secreta,
conspirador y herido, bufón sin rey,
para conjurar las lluvias que limpiarán la calle,
acampada sobre el asfalto,
2x4 sin pareja de baile.

Cruzando General Paz, oxímoron urbano,
dejé mi guitarra rota, 
palosanto vallecano, pernambuco de Palermo,
rota de lanzarla hacia la nada
previendo esta despedida.

Nadie quiere colgar el teléfono,
todos son pañuelos blancos.
Y tu voz de paloma trae una rama de olivo:
serán tus hombros el Ararat
en que desembarquen todos los recuerdos.

Nos vamos,
y la ciudad nos deja una pena
de perro mestizo abandonado,
luz de gasolinera herrumbrosa.
Nos vamos:
sólo para regresar tiene sentido esta huida,
para hacer de las nieves del tiempo
el lago en el que lavar la llaga y el desencanto.
Nos vamos,
y nos quedamos,
como la mancha de hierba en mis rodillas,
como la estela del avión en que te marchas,
como golondrina olvidadiza,
arañazo de este adiós en la memoria,
como el olor a lumbre en tu vestido.

Nos vamos,

fuimos tan felices que todo es abril.


Ismael Serrano


PS: Os dejo estas imágenes que ha preparado el gran Jacob Sureda con algunos vídeos realizados por amigos y amigas del público y encontrados por la red. ¡Gracias, maestro! ¡Gracias familiares y amigos!





miércoles, 6 de noviembre de 2013

Te vi

Te vi pasar con los ojos de lunes y el vestido blanco,
yo con mi cara de siempre te quise y las rodillas heridas.
Te seguí sin que te dieras cuenta,
por las avenidas sembradas de cristales,
sorteando la prisa de oficiales administrativos
que sueñan con playas sin sendero
y colegiales sin ganas de clase.

Te seguí un rato y te hiciste humo,
como una nana perdida en el primer enero,
pañuelo blanco en estación de tren,
barco de papel de la infancia.

Te fuiste como los arroyos de la aldea cada verano
y quedó, de la misma forma, ese frescor de helecho
en mis pulmones de ex fumador cansado,
dichoso al reconocerte igual
que ese recuerdo que aún no tengo.

Detrás de ti
quedaron cachorros sin dueño,
gaviotas picoteando el lomo de una ballena.
eclipse de taxi con radio apocalíptica
-sonido de bolsa de plástico en medio de un velatorio-,
mi frente arrugada como un viejo periódico.

Aún puedo imaginarte como un día serás:
te vi con los ojos de lunes y el vestido blanco.
Eras la niña que dormía escondida,
mi fin de semana eterno,
la reina de todos mis torneos,
la que bailaba sobre la cama por las noches,
la que me espera para soplar velas
cada marzo compartido,
por tus días,
por los míos.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Aquel verano

A la aldea de mi madre, allá entre berrocales y mi infancia.



Salir afuera, a la noche estrellada
de aquel verano de los quince años.
Ahora, que a los casi cuarenta
me levanto con frío y me echas una manta.

Aquel verano del 89.
Entonces pensé en ti.
No lo supe hasta hace un rato,
al recibir el olor de los jazmines
que has dejado en el pingüino.(*)

No le hablé a nadie de ti.
Quizá a las chicharras escondidas entre los cardos,
la bicicleta tirada al margen de la senda,
quizá al erizo moribundo que un día encontramos,
al galgo que miraba con ojos de ciervo herido
nuestro regreso cargado de romero y espigas.

No sabía la forma en que celebrarías nuestro encuentro,
ni el color de tu llanto, copo de nieve en la espalda.
Desconocía tu manera de saltar las olas,
tu empeño en hacer la cama en los hoteles,
tu tarareo en la cocina, 
las alas de tu pegaso sin doma ni dueño.

Pero ya sabía de ti.
El verano era inmenso,
una colcha bordada por mis abuelos,
un barco anclado en la viña seca,
el mar -hic sunt dracones-
era un anuncio de revista,
una leyenda a la que no llegaban los caminos
que se perdían entre las eras.

Aún así sabía de ti.
Te nombraba al precipitarse las lágrimas de San Lorenzo
sobre los encinares cansados y pobres,
sobre los berrocales en los que durmieron maquis
y unicornios cargados de vendimia y cebada.

Decía tu nombre
y amapolas y viboreras temblaban
como yo con mi fiebre
-tú buscando el termómetro,
yo el recuerdo de ese verano en que te supe-.

Temblaba entonces la retama
y quedaban restos del futuro en mi memoria,
tu nombre quizá,
un viaje a París,
jazmines en el jarrón,
recuerdos entre mis manos de algarrobo
como lana en alambre de espino.

Te recuerdo cuando aún no te conocía,
como ahora recuerdo tu vientre dormido
y le curas el hipo a nuestro sueño,
ahora, de madrugada, mientras escribo

y salgo afuera al verano de mis 15 años.

(*)

miércoles, 23 de octubre de 2013

Ahora que la vida


Ahora que la vida nos arranca la colcha,
ahora perdido e hipocondriaco,
que ya no duermo de un tirón,
que la noche es un rumor lejano de risas
meciendo la cortina como bandera blanca.

Ahora que agradezco los jazmines
en el pingüino con agua, sobre el mantel manchado,
ahora que me duele la cabeza
y regañamos a nuestros viejos con achaques
-no te cuidas como debes-
y resulta más difícil sacar bajo la piel
la astilla de la última noche de hoguera.

Ahora que necesitamos excusas para emborracharnos,
que te miras por más tiempo en los espejos,
que no marcamos ya goles con la mano,
ahora que la duda no te ofende,
que la noche es un rumor... Ya lo dijimos.


Ahora.

Fin de semana de cambio de horario
y estudiantes preparando barricadas.

Ahora más que nunca.

140 caracteres para decirte que te amo,
una foto años 70 desde el móvil.

Ahora que te encuentro.

Peces voladores por Atocha,
marea verde de lápices y antorchas

Ahora llegas tú y me desordenas.

Tiempos de vendimia sin racimos,
recuerdos de Vichy, tren sin maleta.

Ahora que revuelves mis cajones.

Hoy deshago el equipaje, te conozco,
te recuerdo de aquel viaje que aún no hicimos.

Ahora, como siempre, todavía.

Llegarás para llenar todas las cuencas,
llegarás como el deshielo y será siempre.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Llegar a casa


Bandera blanca,
primavera,
la cortina mecida por el viento, 
el perro que no tenemos suspirando a tus pies,
llegar a casa como quien entra en la cascada:
pátinas de rocío sobre los hombros.

Cuelgas zafiros en la noche
y suena el camión de la basura lejano
como elefantes barritando
despidiendo al invierno y sus tormentas.
Duerme la ciudad,
cantas una nana que acalla
los martillos percutores, las bocinas,
el alarido de una ciudad desgarrada
por la ausencia de muchachas
que sonríen en blanco y negro
en las puertas de todos los aeropuertos.

La cortina blanca sigue con su baile,
luz de mesilla, sobre tu regazo un libro abierto:
“háblame del sur y de sus fantasmas,
del muro de escarcha en que tallas mi nombre
cada solsticio sin luna”.
Ponen tu serie favorita,
noche de dondiegos y sofá,
y detengo todos los relojes de la casa,
le saco las agujas,
coso con ellas una manta
para cubrir tus pies cada mañana.

Llegar a casa,
desertor de batallas sin cúpidos ni auroras
-sólo amor será el motivo-,
llegar a casa y encontrarte
vistiendo de blanco las cortinas,
reuniendo espigas para un nido,
apartando piedras de legumbres,
recitando a Chejov como quien reza,
recordando que hoy es primavera.

martes, 8 de octubre de 2013

En la catedral helada


Menos tu vientre
claro y profundo.
Miguel Hernández



Te recé en la catedral helada,
los cóndores abrazaban la estela
del vaho que desde mi boca buscaba tu voz,
llena eres de gracia y de pecas
en esta mañana por fin primavera.

Estaba enfadado, así que la plegaria
sonaba a tormenta, a canto de remeros,
a mañana de lunes, sirena de fábrica.

Iracundo, mi lamento,
como leche quemada rebosando el cazo,
subía hacia un cielo vestido de marzo:
tú tan noche de San Juan, 
ellos tan miércoles de ceniza.

Buscarte con la mirada en cualquier librería,
esperándome mientras hojeas a Chejov,
pensaba mientras los neveros se evaporaban,
los autobuses escupían su humo
y alguien maldecía en mapudungun.

Cachorros de puma bebían de tus manos,
diosa de la cordillera palermitana, pasado Juan B. Justo,
e imaginaba mis brazos dibujando tu hueco,
como chal de alpaca vistiendo tu alegría.

Bendita entre todas las mujeres, te rezaba
y hogueras de lenga calentaban la tarde,
flores de calafate en ofrenda
y vellones de oro para cubrir las camas,
tarde de televisor y pantuflas,
recostado en tu regazo,
la vida detenida en el naranja del ocaso,
menos tu vientre, todo es olvido.

Te recé en la catedral helada
y supe de ti al abrir los ojos.
Te vi reflejada en todas las aguas
y como una zarza ardiente
señalabas el camino hacia mi tierra prometida:
menos tu regazo, todo es penumbra.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Cada septiembre


El mar, 
un desierto de mercurio ocupando la ventana,
destierra a la primavera y el viento
cancela nuestro vuelo, despeina a los ancianos.
Así que toca viajar por carretera,
tocar claxon ante los altares rojos,
encontrar tu olor en la bufanda
cerrar los ojos e imaginar que besa mi cara
la pluma que acaricia tu vientre.

Primavera de aceras amarillas,
que baja las persianas y llena de barro
el borde de mis pantalones, 
mis párpados,
tu ausencia,
maldita tu ausencia, 
el agua corriendo
inmisericorde en la ducha
sobre una espalda cansada, 
la mía.

Me miro al espejo.
Me ordeno la mirada y los cabellos
y el vaho dibuja tempestades,
relatos de piratas que contaremos a nuestros hijos,
fábulas de reyes que desertan
para no combatir a los trasgos,
condenados por feos y solitarios.

Me miro al espejo
y encuentro al otro lado
el eco de un derrape en un garaje vacío,
rumor de gatos caminando sobre el tejado,
vieja soledad amiga y desarmada.

Doy vueltas en la cama,
como una maleta olvidada en la cinta de un aeropuerto,
cierro los ojos y sueño:
un hotel de Venecia con las sábanas manchadas,
un viaje en balsa hacia las playas de Imbassaí,
París es siempre un primer reencuentro.

Y sigo soñando. 

Ese gorrión que aletea en tus manos
aprenderá a montar en bicicleta
después de escribir otras canciones,
hablaré enfadado con los televisores,
viajaremos a otros mares y otras costas
y seguiré aprendiendo tus caminos.
Y no es que me olvide
es que nazco en ti cada septiembre.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Todo es espera


Todo es espera en tu ausencia
y toda margarita trae pétalos impares.
El tic tac del reloj,
el estruendo del martillo percutor,
el avance de las dunas,
la llamada de embarque en aeropuertos,
todo anuncia este momento,
este encuentro de leones que no olvidan,
de polen besando tu cabello despeinado,
y no hay peajes ni demoras,
no hay cenizas de volcán horadando mis alas.

Una paloma con rama de ceibo
anuncia la proximidad de tu costa
y hay estruendo de gaviotas
escoltando a cada barco que se acerca
al planeta sin baobabs que es esta casa,
esta habitación luminosa
donde duermen la siesta zorros y rosales.

Todo es espera mientras tejo tu bufanda
y la sonda Voyager lleva tu recuerdo
más allá de Palermo, más allá de Vallekas,
ciudades últimas donde el mar ruge,
los corsarios beben y las primaveras muerden
los parques, los bares, las escuelas.

Un grillo aserrucha la noche
y beben el helio de mis sueños
las cartas que aún no te he escrito:
achicoria amarga y mariposas,
las canciones que te debo
y noche estival en tu dormitorio.

Llegarás a mi vida como agua a la arcilla.
Será la pena un insecto encerrado en ámbar
y yo un viejo electrón empujado por tu luz.
Hasta entonces toda margarita
traerá pétalos impares.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

El abajo firmante


El abajo firmante llora bajo la lluvia
-quiere ser un replicante acariciando una paloma-
mira su teléfono y sueña con un aforismo
que ilumine el camino,
su nombre con almohadilla, un pájaro
que trine al cautivo sin ballestero.


El abajo firmante corta una flor
recorta una foto del diario y denuncia los hechos,
suspira mientras fuma, 
tendría que dejarlo, piensa,
pero es tan París con aguacero
esta pose de intelectual con tos y malanoche.

El abajo firmante ordena el escritorio,
y ensaya una postura con megáfono,
sobre un cubo de lata, improvisado
discurso sobre lluvias y apagones,
etcéteras de puños desgastados.


El abajo firmante,
times new roman, cuerpo 12,
sueña con artículos dictados,
diario independiente matinal,
saberse en la vanguardia trae la sed
del viejo tertuliano abandonado,
así que en el vermú nos alecciona
y mira con desprecio a quien sonríe.

El abajo firmante,
como un niño que mira la cometa que se aleja,
asiste a la asamblea de la plaza,
lee puntual la opinión indispensable y oportuna
que estilitas digitales, generosos,
nos regalan con distintos avatares,
unisona la voz y repetida.

El abajo firmante, contigo en la distancia,
más allá de tus labios, se adhiere a la causa,
se indigna, claro está, y tiene miedo,
animal agotado de zoológico, 
busca la ternura entre el escombro.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Futuro era entonces



Arriba, cruzando agujas de cristal,
volaban taxis y autobuses,
era el 2000 soñado de la infancia:
teletransportación y primavera eterna,
picnic con atardecer rojo sobre Marte,
viaje de trabajo a Ganímedes.

El futuro era otra cosa.
Ahora que el mismo rumor de obuses
achata el horizonte y desorilla el recuerdo,
haciendo que todo parezca vivido:
los mismos muertos, la misma hiel.

El futuro, 
esa foto con filtro vintage en el teléfono,
una liebre encandilada sobre el asfalto,
mirarte mientras duermes, apenas un silbido
arañando las paredes, rumor de felicidad,
aire acondicionado que gotea en la acera,
tú y yo, sólo tú y yo, futuro como cielo en la meseta,
el futuro, entonces, fue otra cosa.

Trataba de decirte que el mañana
fue alumbrado por naves espaciales,
3ª fase de un desencuentro interplanetario,
autoestopista galáctico sin prisas y sin respuesta,
en los mares de Calisto sueñan los delfines.

Y resulta que aunque agarras mi mano
y todo lo que miras se croma y se ilumina,
el tiempo deshiela los polos y los gintonics
y congela las lunas de miel y los correos:
posdatas como escarcha arañando el paisaje.

Era la ciencia mitrada la que colorearía
esos días que habrían de venir,
la luz de la razón hecha prodigio, 
computadoras enamoradas,
probetas con bálsamo de Fierabrás.
Pero la lanza de Longinos atraviesa
nuestras costillas al anochecer,
y el miedo dibuja mesías
en las manchas de humedad,
sobre las pizarras y los juramentos.

Pero todo cambiará.
El futuro será otro.
Vendrá vestido de domingo.
Espantará a las moscas que rondan los sueños.
Dará de beber a las Santas Correas,
a los náufragos que perdieron la estrella.
Sacará a los profetas de su podio
y cubrirá de verde los solares 
abandonados de la Historia.
Los estilitas besarán la tierra
y los icebergs se reunirán como rebaño.

Te llevaré entonces a merendar a Marte
en un taxi intergaláctico
-me dice qué le debo-
y el atardecer rojo brillará en tu cabello,
recuerdos de un verano
en Orión, vía Madrid, 
en que te amé.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Aquí

Como el ave posada sobre el lomo del caimán
me acuesto sobre la sombra que proyectas.
Oigo el susurro de un ventilador,
como un avión lejano que despega
hacia una selva ignota con nombre de piedra,
como el minibar que ronronea en el silencio
que queda tras la batalla y la extrasístole,
rumor de risas y carreras misteriosas
en el piso de arriba. 

Un ministro arranca una página al Quijote
y limpia sus gafas mientras bosteza.
Pero esto ocurre lejos de la alcoba.
Aquí me acuesto, te digo, en la sombra
y enciendes la ducha y todos callan:
sienten sobre sus hombros la cascada
cuando escuchan tu ropa caer al suelo.

Lejos, el silbido que precede al huracán
retumba en el hall de los teatros,
en los claustros se oyen gritos de socorro,
en las grietas de las paredes de la escuela
se guardan versos de biblias sin milagros,
muro de las lamentaciones para maestros,
para gente con memoria y colegiales.

Aquí, la luz se dobla desobediente y conspiradora
para que te vea limpiar el vaho del espejo,
dirigen sus haces hacía ti las lámparas,
los ojos de los fantasmas y los vuelos
de las aves que cuidan a caimanes.

Lejos, arañan la pizarra los abantos
con su pico de feroz tertuliano.
Dentro, aquí, a salvo, sonrío, te vigilo:
la luna se peina en mi cuarto de baño.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Más que nunca


Al sur Coriolis espeja los tornados
y el desagüe se traga la pena,
viene la esperanza con su vestido de plumas
y una nube envuelve a los cachorros
que te siguen por la acera.

La vida es buscar un argumento,
darle a lo cotidiano 
un traje literario a su medida,
sabernos héroes pues nos empeñamos
en dibujar un asta en la frente del corcel,
en limpiar el smog de los amaneceres,
adoptar Totós perdidos, sin Kansas ni arcoiris,
detener con el pecho huracanes,
marcar con la mano el gol de la victoria,
ser paisaje que inunde tus retratos.

La vida es encontrarte a la salida del teatro,
que el futuro quepa en un gin tonic,
mientras la noche desenrolla la alfombra
en que, tumbados, contemplamos una hoguera.

Echo de menos el futuro,
mañana de mecedora y hierbabuena,
de olor a mueble desembalado,
ver el mar azul por vez primera,
besar tus pies cansados,
la duna de tu espalda,
la carretera sin curvas
que lleva hasta tu casa.

La vida empieza ahora. Más que nunca.
La vida fue un ensayo hasta este llanto,
hasta este corazón
-diástoles que retumban cada marzo-,
hasta este fin de curso, hasta el estío
en que ardieron los montes de la infancia,
rojo y humo en el horizonte en que fuimos
arqueólogos con látigo y sin dueño.

Volveremos a ser niños, 
árbol con guirnaldas en verano,
y abriremos los regalos con urgencia,
me enseñaras a atarme los zapatos,
hablaremos del periódico y de mi hambre,
y te veré de nuevo, sin prisas, luminosa,
taquicárdico a la entrada de un teatro.

miércoles, 31 de julio de 2013

Hijo, cuéntame otra vez


Así que la Transición era como Bruce Willis en 6º sentido y no se resignaba a ser fantasma en blanco y negro marchando hacia la luz, pasando a ser Historia con mayúsculas o no tanto. En ocasiones veo muertos, decía el niño incomprendido con gesto mustio. Cómo para no verlos. No hay más que echarle un vistazo al parlamento para caer en la cuenta de que la vida está en otra parte.
Aún así, hay quien se empeña en cultivar enfermizamente el hábito pactista, con toda su retórica de responsabilidad de Estado, mano tendida y etcéteras gastados en ruedas de prensa posteriores, la sonrisa ancha, la lluvia en el pelo, por entonces abundante.
Todas las instituciones que pilotaron la Transición están en crisis: la corona, la clase política, los sindicatos, los medios de comunicación... No diremos la judicatura porque me temo que los setenta-ochenta pasaron por ellos como por la abuela de Cuéntame: como si nada.
Es por eso que los jóvenes en España exigen el reinicio (reset decimos en jerga cibernética) de la democracia. Exigen que sea transparente, participativa, que la soberanía le sea devuelta al ciudadano, en manos ahora de otras instancias que no responden al orden democrático y del Estado de Derecho. 
Decía Rajoy en una entrevista: “No he cumplido con mis promesas electorales pero he cumplido con mi deber” (http://www.huffingtonpost.es/2013/02/12/rajoy-promesas-electorales_n_2667340.html). Esta claro que cumplir con la palabra dada al ciudadano no está entre las obligaciones de un político. Entendemos que, para él, el servidor público se debe a otras instituciones que son en las que en verdad reside la soberanía. El presidente debería aclarar cuáles. Aunque todos lo sabemos. Esto que algunos llaman postdemocracia es la etapa última del imperio de los mercados (capitalismo de toda la vida).
En la canción “Papá, cuéntame otra vez” mi hermano Daniel y yo le reprochábamos a la generación de mis padres el fracaso del mundo en el que vivíamos. Ellos nos regalaban una realidad muy diferente a la que habían soñado para nosotros, asumiendo ciertas renuncias como inevitables. Con ironía les pedíamos una y otra vez que nos contaran aquellas batallas que tanto gozaban en describir en detalle, con esa condescendencia con que se evoca esa juventud rebelde y alocada que la edad cura y en la que fuimos otros, pobres diablos, divino tesoro. 
Pretendía ser un grito ante el relato continuado y edulcorado que hablaba en el fondo de una derrota, aunque a sus ojos se tratara de una historia luminosa, vestida con capa dorada y suaves terciopelos. Como en la fábula del rey, el ropaje era pura quimera y pocos se atrevían a señalar la desnudez de aquella narración hecha melodía a lo John Williams con violines y timbales. (El relator mira al horizonte al acabar el cuento, como ausente, con una sonrisa congelada, qué jóvenes éramos y que evanescentes los versos de Ho Chi Minh, me llegaba el pelo hasta casi la cintura, tenías que verme. Y luego un etcétera cargado de epítetos y de aquellos polvos estos lodos).

Pero reconozcámoslo: ellos tenían (tienen) su relato. Nosotros, como generación, apenas ese reproche, esa rabia desconcertada, el susto de adivinarse al borde del desastre, solos y con hambre de futuro.

Ahora, en este Fin de la Cultura de la Transición, los jóvenes tratan de escribir el prólogo de un nuevo relato: su propio relato. Liberado de dogmas, de las rígidas estructuras ideológicas de antaño y quizá por eso mismo, sin los andamiajes que permiten levantar la fachada de forma ordenada, algo caótico. (O no. ¿Para qué andamios si el horizontalismo es la clave?).


No es muy diferente a lo que sucede en algunos países como Chile.


La victoria de Piñera fue resultado del agotamiento de la fórmula de la Concertación. El sistema electoral chileno, binominal, (http://www.theclinic.cl/2013/07/30/lista-completa-los-70-parlamentarios-que-se-han-beneficiado-del-sistema-binominal-desde-1989/) impone el bipartidismo, exigiendo alianzas políticas que conllevan hermanamientos contranatura y, en consecuencia, inevitables y cansinas fricciones partidistas entre quienes gobiernan. Las promesas electorales se convierten en papel mojado puesto que la estabilidad de gobierno convierte en inoportuno todo momento para hacer efectivo el cumplimiento de los programas con que se presentaron.

Hoy, Bachelet presenta su candidatura con las mismas promesas que la llevaron a gobernar en su primera victoria. Durante sus 4 años de mandato no se cambió el sistema electoral. Tampoco el sistema educativo. Los derechos de los pueblos originarios fueron despreciados (lean las crónicas mapuches de Pedro Cayuqueo http://www.catalonia.cl/product_info.php?products_id=3199). Las manifestaciones estudiantiles empezaron durante su legislatura: en el 2006 estalla la revolución de los pingüinos y los estudiantes de secundaria salen a la calle.
Con Piñera las movilizaciones de estudiantes universitarios crecen y crecen y conmueven a la mayoría de la población chilena que comparte sus demandas en favor de una educación superior gratuita y de calidad. La marea ciudadana que pide revisar el sistema educativo convierte su reivindicación en un clamor imparable y lleva al gobierno de derechas a la crisis (http://www.latercera.com/noticia/educacion/2011/07/657-377552-9-819-de-chilenos-simpatiza-con-demandas-de-estudiantes-segun-encuesta.shtml).

  El desafecto entre los jóvenes chilenos hacia la clase política es equiparable al español. La transición se les antoja larga, interminable, la retórica política suena a vacía, a repetida. A pesar de los años de democracia, de gobiernos de Concertación, el sistema económico se ha mostrado rígido, indiscutible. La política partidaria se aleja del ciudadano que se siente desamparado ante los excesos de un mercado que impone las prioridades a la hora de legislar y de ordenar la agenda política. En 2012 en las primeras elecciones municipales con voto voluntario (hasta entonces obligatorio) la abstención alcanza el 60% (http://www.emol.com/noticias/nacional/2012/10/28/566961/la-abstencion-de-un-60-es-la-gran-ganadora-de-las-elecciones-municipales.html).
Que vivan los estudiantes, jardín de las alegrías, decía Violeta Parra. Estudiantes en Santiago de Chile, exigiendo que su voz sea tenida en cuenta. Jóvenes en Madrid convirtiendo las plazas en ágora de debate efervescente. Las calles de Río de Janeiro, Sao Paulo, Salvador ocupadas por una nueva generación de actores políticos que se niegan a ser excluidos.

En España, la juventud maltratada, con cerca de un 60% desempleado, trata de  construir su propio relato, un cuento repleto de épica dorada que hablará del tiempo en el que cambiamos el mundo, en el que el paradigma político impuesto tras la Sacrosanta Transición fue dado la vuelta, en el que se abrieron las ventanas para orear hemiciclos, sedes sindicales, redacciones. Quizá en el futuro nuestros hijos nos hagan el reproche que corresponde, pero, al menos, nadie nos podrá decir que no lo intentamos.