martes, 22 de junio de 2010

Palestina (y III)

Escucho las voces del coro que grabamos en Ramallah mientras en Madrid el verano irrumpe de golpe desordenándolo todo. La realidad parece reacomodarse. Después de los primeros días de susceptible irascibilidad puedo disfrutar escuchando la canción y valorar con calma lo vivido. Viajes como este te demuestran que queda todo por hacer. Pero permite que termine mi historia. La última vez que hablamos te contaba que marchábamos para Belén.

Belén, campanas de Belén,

que los ángeles tocan

¿qué nuevas nos traéis?

Belén es uno de los lugares de peregrinación y turismo más importantes de Palestina para el mundo occidental. Multitud de cristianos devotos visitan la Basílica de la Natividad para venerar la cueva en la que, dicen, originariamente estaba el pesebre en el que nació Jesús, el niño Dios. Las campanas de Belén no atraviesan el muro que hay que cruzar desde Jerusalén y las nuevas que traen los ángeles no deben ser muy alentadoras. La construcción del muro, junto con la propaganda israelí, ha hecho que el turista deseche la idea de quedarse en los hoteles de Belén, como se hacía en otros tiempos. Prefieren los hoteles israelíes en Jerusalén Oeste. Los autocares atraviesan el muro, llegan a la Iglesia, adoran el lugar en el que su dios nació y vuelven a Jerusalén llenos de gozo, ajenos a la tragedia que los palestinos viven cotidianamente.

Tras nuestra visita a Hebrón viajamos a Belén y visitamos la Basílica.

A Belén pastores, a Belén chiquillos

Que ha nacido el rey de los angelitos

La Noche Buena se viene,

la Noche Buena se va

y nosotros nos iremos

y no volveremos más.

Quién sabe. Quizá volvamos. De momento regresamos a Jerusalén Este. A descansar después de un largo día.

* * *

Sólo nos queda una mañana antes de regresar a Madrid. Pero antes la UNRWA (Agencia de la ONU para el refugiado palestino) nos invita a visitar uno de los campos de refugiados cercanos a Jerusalén en los que trabaja.

El campamento de Shufat, establecido en 1965, en el que viven cerca de 15.000 refugiados, es el único campamento que se encuentra dentro de los límites municipales de Jerusalén. Cerca del 60% de su población vive bajo el umbral de la pobreza y alrededor del 40% depende de la ayuda humanitaria.

Para acceder a él debemos pasar por un nuevo check point. El muro dibuja un buena curva en el terreno para apartarlo de la ciudad así que tenemos que someternos de nuevo a los controles. Visitamos una escuela y un hospital financiados por Naciones Unidas a través de la UNRWA. Paseando por la calle intuimos el hacinamiento en que se vive en el campo: la población crece y la superficie no. La UNRWA ofrece los servicios de un Estado a un pueblo huérfano de éste: sanidad, educación… Si el control en el paso del muro se endurece, gran parte de la población que trabaja en Jerusalén quedará desempleada y pasará engrosar el porcentaje de gente que vive de la ayuda humanitaria.

Miramos los escombros de una casa derruida. El crecimiento demográfico lleva a las familias a edificar nuevas casas en los alrededores del campo. Pero estas no disponen de los permisos israelíes, así que las autoridades israelíes deciden derribar la casa recién construida. Aunque más bien el gobierno israelí te pide que lo hagas tú mismo. Si no lo haces vendrá la maquinaria de derribo y destruirá tu vivienda. Pero te cobrará por ello.

Tras la visita al campamento hacemos un último recorrido por Jerusalén, recogemos nuestras cosas en el hotel y partimos hacia el aeropuerto.

En el aeropuerto sufrimos un nuevo control con interrogatorio incluido: ¿quiénes sois?, ¿dónde habéis estado?, ¿os conocéis desde hace mucho tiempo? A algunos de nosotros nos hacen preguntas a parte para luego contrastar nuestras declaraciones. Nos preocupa que puedan hacernos perder el avión mientras esperamos a que decidan sobre nuestro destino. Nos preocupa también que confisquen el material que hemos grabado (no sería la primera vez). Nos preocupa que nos hagan perder el tiempo. Finalmente parecemos convencer a la funcionaria de turno y nos dejan marchar.

Te decía al principio, hace unos días, que al llegar a Madrid a uno le embargaba una cierta sensación de irrealidad. Como si lo real fuera aquello y esto un lejano espejismo sostenido por los privilegios en los que algunos vivimos.

Llevaré hasta tu casa ramas de olivo, dice la canción. Y ese es el propósito de este viaje. Quizá de todos los viajes. Portar simplemente una rama de olivo. O los versos de una canción. Aunque quizá nadie canté jamás la melodía que soñaste en el viaje, caminas con esa canción. Y eso te hace sentir vivo.

Por fin, llegamos a Madrid, y, como te decía, ahora escucho el trabajo realizado por los pequeños y reconozco el privilegio de trabajar con la música. El privilegio de tener compañeros como Néstor Lombardi, Roberto Visús y Jacob Sureda que viajaron conmigo y trabajaron desinteresadamente, al igual que yo, en la grabación de las voces del coro. De haber intercambiado líneas con Nabil Almanzor, cantautor palestino, que hizo el trabajo de difícil arquitectura a la hora de traducir los versos al árabe y cuadrarlos con la métrica de la canción. De compartir charlas, debates, viajes y narguile con gente como Raquel Martín y de contar con el apoyo generoso de Cristina, ambas del comité español de la UNRWA.

Y ahora deja que te hable de cómo puedes ayudar a que este viaje llegue a buen puerto.

La UNRWA se financia por contribuciones voluntarias de diversos países y de la Comisión Europea. En tiempos de crisis su financiación se ve severamente castigada.

Por eso, el comité de la UNRWA, ha puesto en marcha una campaña de sensibilización en la que os invito a participar: www.yotambienmesumo.org.

Se trata de hacer una cadena de ayuda humanitaria para captar fondos para los programas de ayudas a los niños y niñas de Gaza. Dentro de ese marco está nuestra colaboración con esta organización. Próximamente pondremos a vuestra disposición la posibilidad de que os hagáis con esta canción a cambio de un donativo. Todos los beneficios que resulten de la comercialización de esta canción, así como los derechos de autor que genere, irán destinados a programas de asistencia sanitaria y educativa, de ayuda alimentaria para los niños y niñas que viven en la franja de Gaza.

Cuando llegue el momento volveré a recordártelo. De momento te dejo este relato, largo, desordenado y lleno de momentos inolvidables, agradeciéndote mil veces tu atención.

Palestina (II)


Hani es ingeniero de sonido, pero atiende pacientemente a una pareja de novios que prepara su boda. Hani enseña con diligencia los accesorios, centros de mesa, decoración para comedores, mantelería, fundas para sillas, cortinaje de todo tipo. Mientras los niños del coro del conservatorio Edward Said de Ramallah ensayan “Luces errantes” en la calle, la pareja de novios se despide de Hani y nosotros tratamos de organizar la grabación.

El estudio Maestro de Ramallah es el centro de varios negocios: se graban canciones y se decoran bodas. Hay que diversificar el negocio. Y Hani nos ayuda con gran profesionalidad a organizar la grabación.

Es sábado es festivo para los judíos, y la llegada a Ramallah ha sido tranquila. Hemos atravesado de nuevo el muro en el vehiculo de la ONU y de nuevo hemos tenido suerte: hemos pasado tranquilamente ante la severa mirada de los militares que custodian el check point. No siempre es así. Ni siquiera Naciones Unidas se salva del control arbitrario en el cruce a Cisjordania.

Y, así, empieza una larga jornada de grabación que mantendrá a los niños y niñas del coro, bajo la atenta batuta de Oynstein, entonando una y otra vez las melodías que escribimos para ellos. Los niños aguantan con calma la jornada. Casi como adultos. Cuando al llegar las cámaras de unos informativos españoles les preguntan por el proyecto en el que están embarcados algunos responden con una madurez impropia. No somos terroristas, dice una niña mirando a la cámara. No será la última vez que escuche esta aclaración en boca de un palestino.

Pero a la hora de la comida vuelven a demostrar lo que son: niños. Y se persiguen unos a otros, bailan, preguntan, gritan. Y todos sonreímos agradecidos por la oportunidad de compartir ese momento con ellos.

Son los niños los que se llevan la peor parte del conflicto. De los 1314 muertos que hubo en Gaza durante la operación Plomo Fundido entre finales de diciembre de 2008 y enero de 2009, 416 eran niños. Más de la mitad de la población de Gaza son niños. Niños con graves lesiones físicas, con severos traumas psicológicos, desamparados sin posibilidad de asistir a las escuelas que quedaron destruidas durante la operación y cuya reconstrucción el bloqueo imposibilita. Según la ONU el 80% de la población no puede subsistir por sí misma y depende de la ayuda humanitaria, el 75% carece de servicio eléctrico, cerca de medio millón de personas tiene dificultades para acceder a agua potable, los hospitales no dan abasto.

Terminamos de comer y la muchachada disgregada vuelve poco a poco a entrar en el estudio. Reanudamos el trabajo. Sólo cuando quedan apenas cinco frases por grabar empezamos a vislumbrar en los niños el cansancio natural tras una jornada larga. Al otro lado del cristal contemplamos el esfuerzo de todos ellos y nos sentimos culpables. Pero ya queda poco. Cuando terminan de cantar la última frase y damos por concluida la sesión, el grito alborotado de todo el coro celebrando el final satura los micrófonos. Por fin hemos terminado y el trabajo valió la pena.

Nos despedimos emocionados de los niños. E infinitamente agradecido prometo enviarles algo de lo que grabamos en cuanto hayamos terminado la mezcla. Vemos marchar a nuestros pequeños héroes mientras uno piensa en aquella patria lejana que fue la infancia. Su sueño custodia nuestro futuro. Y qué futuro construimos, piensa uno, si cercenamos los sueños de los más pequeños.

Antes de volver a Jerusalem decidimos echar un vistazo al muro que construye Israel. Mientras el lado israelí del muro permanece pulcro, inmaculado, la parte palestina es un mural de grafittis y colores. Un muro, que según la Corte Internacional de Justicia es contraria al derecho internacional, que la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró ilegal (con los únicos votos en contra de EEU, Israel, Micronesia e Islas Marshall) según la resolución del 21 de octubre de 2003 en la que instaba a Israel a detener su construcción y al desmantelamiento de los tramos construidos, un muro que restringe de forma dramática la movilidad de los palestinos, que los separa de sus lugares de trabajo, de sus centros educativos y sanitarios. Recorremos estremecidos parte del muro y vemos como su silueta serpentea en el horizonte hasta perderse. Y uno recuerda otros muros y se lamenta de la quebradiza memoria de los seres humanos.

Volvemos al check point y como el día anterior, regresando a Jerusalem, lo atravesamos andando. Metidos en un pasillo enjaulado esperamos pacientemente a que llegue nuestro turno para mostrar nuestro pasaporte y visado. Al otro lado buscamos un autobús que nos lleve de regreso al hotel mientras planeamos la siguiente jornada: mañana marcharemos a Hebrón.

* * *

El taxista que nos lleva camino de Hebrón nos habla de las penurias de sus compatriotas mientras observamos el paisaje y nos señala los asentamientos de colonos judíos en tierra palestina. La matrícula de su coche lo acredita para conducir por las carreteras israelíes, así que es un privilegiado. En general los gobiernos israelíes han promocionado y favorecido los asentamientos a través de incentivos de todo tipo, sobre todo a la hora de conceder créditos para la construcción de sus casas (que según su permanencia están exentos de devolver) y poco han hecho para impedir su proliferación,. El procedimiento de los colonos a la hora de ocupar es sistemático. Son varias las resoluciones de la ONU que han condenado dichos asentamientos (446, 298, 465…) pero siguen produciéndose. Los colonos se asientan con precarias casetas en lo alto de una colina. A pesar de la ilegalidad del asentamiento el gobierno israelí tiene la obligación de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, así que los siguientes en instalarse serán los militares. Con el tiempo el asentamiento dispondrá de un destacamento militar estable que necesitará de electricidad, agua, servicios en general del que también dispondrán los colonos. El asentamiento sustituirá poco a poco sus precarias casetas por casas más sólidas hasta convertirse en urbanizaciones.

Pronto llegamos a Hebrón, Tumba de los patriarcas, ciudad sagrada para la religión judía, musulmana y cristiana, lugar en el que, dicen, se hallan enterrados Abraham y su esposa Sara entre otros.

Nuestro Cicerone será J., un joven cooperante danés que conoce bien la realidad de la ciudad. Parte de ella está bajo autoridad palestina y otra parte bajo la autoridad de Israel. Desde lo alto de la ciudad podemos ver los sectores en los que se ha dividido Hebrón. A lo lejos, junto al cementerio, podemos observar la zona en la que se ha vetado la entrada a la población palestina, una ciudad fantasma, casi deshabitada en la que viven gran parte de los cerca de 600 colonos judíos que habitan el casco histórico.

El recorrido por sus calles es dramático. El hostigamiento a los ciudadanos palestinos que aún viven en el centro es constante. La calle comercial, por la que los palestinos pasean esa mañana luminosa de domingo haciendo sus compras, tiene varios tramos techados por una verja de hierro. Si uno mira hacia arriba, podrá encontrar sobre la alambrada que cubre el cielo cascotes, basura, botellas que son lanzadas por los habitantes judíos que viven en los edificios colindantes sobre los transeúntes palestinos. Mientas observamos conmovidos oímos a nuestras espaldas como unos soldados preparan sus armas tras el muro que cerca la parte reservada a los israelíes: es la hora de hacer la ronda por el centro de Hebrón. Unos muchachos uniformados salen armados de la zona reservada y recorren el centro histórico controlando que todo está bien.

Son varios los muchachos que se nos acercan curiosos. Tomamos un te en una de las pequeñas tiendas en las que algunas mujeres venden su artesanía. Nos relatan la historia de hijos, menores, que son retenidos de forma arbitraria, de su desprotección jurídica. De nuevo, el desamparo.

Cuando subimos a la azotea de una de las casas de un palestino que tiene por vecino a un colono judío en el piso adyacente un militar apostado en el tejado de al lado nos exige a gritos que abandonemos el lugar. El joven cooperante explica que no hacemos nada malo, que somos ciudadanos europeos de visita a Hebrón, y que tenemos derecho a estar ahí. No parecen convencerle los argumentos al militar armado que vigila nuestra presencia pero resignado vuelve a su puesto sin quitarnos el ojo de encima. Un muchacho nos señala los agujeros de bala en sus depósitos de agua vacíos. Desde lo alto podemos apreciar mejor la parte del casco histórico deshabitado. A lo lejos un grupo de niños judíos salidos de la escuela vuelven a casa. J. nos cuenta como a veces los niños judíos apedrean el paso de los niños palestinos que también marchan al colegio ante la mirada impasible de los militares judíos. Algunas ONG’s acuden como escudos humanos para escoltar a los jóvenes palestinos en su camino a la escuela.

Paseamos por la ciudad fantasma entre muros en los que los judíos han escrito su versión de la historia. Los judíos fueron masacrados por árabes en 1929, tiempo en el que convivían en la ciudad con los ciudadanos palestinos, siendo expulsados de sus casas en Hebrón. Y esa matanza justifica la actual ocupación. Tras la Guerra de 1967 los judíos retoman la ciudad perdida y pasa a formar parte del mito de la recuperación de la Tierra Prometida. Aunque esa parte de la ciudad parece sólo habitada por fantasmas no faltan los controles militares de rigor que de nuevo nos piden los pasaportes e interrogan a nuestros guías.

Tras la visita a Hebrón comemos con un amigo palestino y hablamos del futuro. No somos terroristas, nos dice mientas analizamos la situación política y lanzamos hipótesis sobre posibles soluciones al conflicto. Un futuro incierto y un tanto desasosegante.

Nos despedimos de Hebrón y partimos hacia Belén.

martes, 15 de junio de 2010

Palestina (I)

Llego a casa y todo me parece ajeno, lejano. Mi casa, mis hábitos e incluso la gente conocida. Todo es un eco difuso de lo que fui. Nada me parece importante. Nada es urgente. Nada excepto Palestina.

Lo vivido ha influido mi forma de entender el mundo. Han sido días intensos que han marcado mi carácter. Aún cuando intuía la injusticia que padecía el pueblo palestino, la constatación de su dimensión en este breve viaje ha dejado un huella indeleble en mi ánimo y en mi lucha.

Ahora, al regresar, la vida, mi vida, pasa ante mi como una distorsión hipócrita de lo que debiera ser. Será la mezcla de culpa y vergüenza que me ha producido constatar el hostigamiento implacable al pueblo palestino, la impunidad diaria con que el Estado de Israel viola sus derechos, prolongando la tragedia de una gente que espera eternamente una respuesta a sus exigencias. Eso y darme cuenta, una vez más, de como los privilegios con los que vivimos, con los que vivo, nos alejan de una realidad incómoda por terrible.

Nunca olvidaré la experiencia de trabajar en la grabación de un coro de niños palestinos, en un viaje promovido por la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos.

No somos terroristas, repetían una y otra vez, la gente a la que conocimos en este viaje: en Ramallah, Hebrón, Jerusalem…

.

La bienvenida al aeropuerto de Ben Gurion, en Tel Aviv, estuvo cargada de tensión. Al entrar al país sufrimos los interrogatorios de rigor. Yo era sospechoso porque mi nombre es Ismael, así que fui apartado del resto. Varias personas, por turnos, me preguntaban por los nombres de mi familia, por mi religión, por mi oficio, por los motivos de mi viaje. Por fin pudimos cruzar los controles.

Nos esperaba el coche de Naciones Unidas que nos llevó a Jerusalem Este. Llegamos a Palestina.

Los que me conocen saben que no sé sintetizar. Hacer un repaso pormenorizado de lo vivido podría resultar difícil de digerir para el lector. Fueron apenas cinco días y me parece que estuvimos allí mucho más tiempo.

No fueron las estremecedoras letanías de los hombres que oraban junto al Muro de las Lamentaciones lo que más me impactó, sino el estrépito de un grupo de muchachos judíos gritando por la ciudad vieja en Jerusalem Este (parte árabe de la ciudad) provocando a sus habitantes con soberbia e impunidad. Por lo demás la ciudad estaba tranquila. Los almuhecines cantaban desde los alminares y nosotros hacíamos planes sobre los ensayos y la grabación de una canción con un coro de niños en Ramallah. Por la noche cena con amigos.

C. cena con nosotros y se parece mucho a Sean Pean. Es un cooperante francés que trabaja en Gaza. Arruga la frente como el actor cuando explica las dificultades de dar servicios cuando el bloqueo impide el acceso a los materiales que necesitan para la reconstrucción de casas, escuelas, hospitales tras la operación “Plomo fundido”. El bloqueo, por más que la propaganda israelí se empeñe en decir lo contrario, es real y desabastece de forma dramática a una población desesperada que busca un clavo al que asirse.

Cuando alguien le pregunta cuando piensa marcharse de allí C. sonríe en silencio, con esa sonrisa que dibuja hacia abajo las comisuras de los labios, como hace el bueno de Sean, y se encoge de hombros. Quizá el año que viene. La dedicación de hombres y mujeres como él hace posible que la ayuda humanitaria preste los servicio propios de un Estado que permite la supervivencia de la mayor parte de la población de Gaza.

Al día siguiente asistimos a los ensayos con el coro de niños del conservatorio Edward Said en Ramallah. Ramallah es la ciudad más importante de Cisjordania. Vemos el muro que rodea gran parte de Cisjordania y contenemos el aliento. Decir que rodea Cisjordania es impreciso teniendo en cuenta que la línea verde que marca los límites del West Bank según el armisticio de 1949 mide 320 Km y el muro planeado mide 721. Son muchos los vericuetos que hace adentrándose en tierras cisjordanas aislando a veces pueblos enteros y apropiándose del 10% de tierras palestinas, en las que entre otras cosas hay muchos recursos agrícolas e hídricos palestinos. Desde la carretera se distinguen claramente los asentamientos de los colonos judíos y las casas de los palestinos. No viven en las mismas condiciones. El muro sólo puede ser atravesado por aquellos coches con la matrícula que les acredita como habitantes con permiso. Se da el caso de que cuando algunas ambulancias transportan enfermos desde Cisjordania a algún hospital de Jerusalem tienen que parar en el check point para trasladar al enfermo desde una ambulancia a otra, sea cual sea la gravedad del enfermo. La movilidad para los palestinos es restringida de forma dramática. Nos hablan de las dificultades de algunos habitantes de pueblos que han sido rodeados por el muro para acceder a sus campos de trabajo, de la imposibilidad de los palestinos de visitar a sus familiares, de asistir a los funerales de sus padres o hermanos, historias de mujeres que paren en el muro ante la imposibilidad de cruzarlo. Atravesamos la muralla en uno de los controles y empieza nuestra jornada.

Oynstein, un músico noruego, dirige los ensayos junto con George, administrador del conservatorio. Cuando las primeras voces empiezan a entonar las notas de “Luces errantes” en árabe todos suspiramos emocionados. Los niños, con una paciencia poco frecuente a su edad, repiten las melodías mientras el viernes, festivo para los árabes, deshoja el sol sobre la ciudad que descansa tranquila.

Oynstein, a veces, organiza conciertos con los niños en diferentes partes de Palestina. Nos cuenta como, al llegar a los puntos de control del muro, los militares registran los vehículos con los niños dentro. La visión de hombres armados revisando los coches llena de angustia a los pequeños hasta tal punto que a veces no es posible celebrar los conciertos.

Los niños cantan y le dan sentido a todo. Al viaje que nos llevó hasta allí. A todos los viajes que hicimos y que haremos. Su sueño custodia nuestro futuro. Guardamos en lo más profundo del corazón sus voces. Y les agradecemos infinitamente su paciencia y su dedicación.

Las voces de los niños nos mecen como el vuelo de la cometa a la que cantan, como la brisa que sopla la herida.

Planeamos la grabación y nos despedimos hasta el día siguiente.

Para el regreso atravesamos caminando el muro. Esta vez no nos lleva el transporte de Naciones Unidas, así que hacemos la cola pertinente y enseñamos nuestros pasaportes a muchachos armados que prestan el servicio militar. El check point se asemeja a las fauces de una bestia, dentada con alambres de espino y rejas de acero, que nos escupe al otro lado del muro.

Cenamos mientras un laud y una darbuka desmadejan las melodías, cuyo hilo, más tarde, engarzará nuestro sueño. Mañana gabaremos los coros. Insa’Allah.

martes, 8 de junio de 2010

Cuando regrese

Cuando regrese, el verano nos devolverá el cielo de la infancia, ancho y luminoso. Nos saludarán las espigas con su cabeceo monótono camino de la aldea y tú dormirás en el asiento del copiloto, así, con la mano en la boca, con todo el fondo del mar encerrado en tus pupilas, bajos los párpados entornados, donde duermen caballitos de mar y tiemblan los corales.

Cuando regrese, Madrid será murmullo de golondrinas, volando como cuchillas negras afilando los aleros de casa, el tráfico detendrá su marcha, los coches resoplando como animales cansados, vigilando nuestro paseo, mientras en una terraza el tinto de verano brilla como el mar de la primavera visto desde el pinar que mecen las chicharras.

Cuando regrese te contaré cómo fue todo, me regañarás por haber llamado poco y descifraremos juntos los mapas encontrados, las equis marcadas en su papel amarillo, el idioma extraño con que a veces hablan las soledades y los rencores.

Cuando regrese, fumaremos un cigarro mientras cae la tarde y coseremos las heridas con el hilo de Ariadna, rayos de un sol olvidado escondidos en la madeja de tu pelo.

Cuando regrese, abriremos una botella de vino y escucharemos a Goyeneche. Celebrarán Mundiales y estallarán cucañas y yo te enseñaré las palmas de mis manos para reconozcas en sus líneas el camino que aún hemos de recorrer. El mundo seguirá navegando a la deriva como los restos de un naufragio y tú sonreirás como cuando el avión aterriza ileso cerca de casa. Habré regresado.

No te vayas, me dirás, y yo casi estaré de regreso buscando por Internet el número de vuelo que lleva hasta tu boca, tu voz agitando el humo de la cocina mientras aprendemos las recetas de Simone Ortega, 1080 recetas de cocina, para 1080 días de un agosto que arrancará las sábanas de la cama, que mojará tus pies con agua de mar y lavanda.

No te vayas, y verás que no me fui, porque habré regresado para cuando despiertes de la siesta con la marca de la almohada y la nostalgia atravesando tu cara de niña encontrada.

Cuando regrese, ayer mismo, te contaré como fueron mis días y todo serán abrazos. Sé que, aún así, me dirás ¿por qué te fuiste? Y yo no diré nada. Quizá sólo “He regresado” y espante las libélulas de tu frente y te diga también “échate a un lado” y duerma contigo el sueño pendiente, el viaje que hice, las ganas de verte.

* * *

Nuevos viajes. Nuevas canciones. Estamos aún preparando la gira por el resto de España, por toda Latinoamérica. Echo de menos el escenario y apenas fue ayer cuando estuvimos cantando en Madrid. Gracias a todos por la compañía, por todo lo que aún queda por hacer. Pronto les contaré los detalles.

martes, 1 de junio de 2010

Entrevista inédita

Hace poco una revista musical se puso en contacto conmigo para realizar un entrevista en torno al compromiso político del músico actual. La idea era hacer un reportaje recogiendo las opiniones de diferentes artistas con respecto a la postura ideológica que se desprendía de sus composiciones. El reportaje se publicó, pero no editaron la entrevista íntegra. Se trataba de un reportaje colectivo y yo, para variar, me había extendido demasiado, así que resumieron escuetamente mi parecer y lo incluyeron entre las consideraciones del resto de artistas. Como siempre, no supe sintetizar. Pero me parece interesante publicarla en su totalidad aquí. No siempre te dan la oportunidad de dar explicaciones respecto a estos temas.

(Pero antes de ello no puedo evitar expresar mi indignación por el abordaje en aguas internacionales por parte de las tropas israelíes de la flota de barcos que llevaba ayuda humanitaria a Gaza. La violencia injustificable pone en evidencia el desprecio del Estado de Israel hacia los más elementales derechos humanos y hacia la legalidad internacional, así como la necesidad de atender a la tragedia del pueblo palestino que es desoído por una comunidad internacional que permanece impasible ante una herida siempre abierta).

1-¿Crees que hay pocos artistas en España que muestren un cierto compromiso social o tomen partido ideológicamente? ¿Por qué crees que a mucha gente le da miedo (o no le interesa) hacer música “comprometida”?

No son pocos. Pero no tienen todas las plataformas de difusión que merecen. Las fórmulas radiofónicas musicales convencionales han optado por una estética musical superficial: todo lo que conlleve una reflexión, todo lo que requiera más de una escucha, todo lo que despiste es excluido. La música radiable se ha homogeneizado.

Los cantautores tradicionalmente han sido siempre claros a la hora de tomar partido ideológicamente. No podría ser de otra forma si se dicen cronistas sentimentales de la realidad social, no pueden permanecer inmóviles ante la visión de un mundo desigual.

Habrá músicos que teman sentirse excluidos y por lo tanto eviten definirse políticamente en sus canciones. Supongo que el hecho de que la contratación de artistas en este país dependa en gran medida de entidades públicas que son administradas por partidos políticos también influye, digo yo.

No dudo que haya artistas que simplemente no les interese o no tengan unas convicciones políticas claras. Y otros que simplemente sean conservadores y, por lo tanto, les agrade la realidad tal cual es. Pero creo que influye también el empeño generalizado del artista por agradar a todo el mundo. Eso y el hecho de que en España exista una confrontación siempre crispada en términos políticos: si no eres de los nuestros eres un enemigo. El clásico paradigma de las dos Españas.

En cualquier caso no es obligatorio que un músico se comprometa políticamente en sus canciones. No lo convierte en mejor músico el hacerlo. Pero tampoco en peor si por el contrario es capaz de conmoverse ante un mundo obviamente mejorable y canta sobre ello.

2-Da la sensación de que a artistas como tú a veces se os maltrata (incluso gente que puede estar de acuerdo con lo que puedes decir) por el simple hecho de hacer un tipo de música en la que se cuentan cosas más allá de lo estrictamente personal, y más aun si se os considera cantautores, un término que a veces parece maldito. ¿Lo ves tú así?

Sí. Existe una estigmatización constante hacia aquello que revele una posición política clara. Ocurre también con el cine e incluso con la literatura. El nivel de exigencia cuando uno se compromete a través de una expresión artística es mayor.

Creo que los orígenes de esto está en la transición. Los ochenta, la movida, por ejemplo, suponían una ruptura clara con toda la tradición de compromiso del arte de los setenta. Una vez superada la dictadura había que cerrar a cal y canto una etapa en blanco y negro, la forma de rebelarse ante un pasado oscuro de represión y dictadura era negarle la existencia a todo lo que recordara a los hábitos del pasado, no sólo al oscurantismo propio de la dictadura, sino también al consecuente movimiento de reivindicación que surgía ante dicho totalitarismo. Pagaron justos por pecadores. La democracia había llegado, con ella la reconciliación y, para algunos, el olvido necesario para avanzar en el desarrollo de esa democracia.

Y creo que arrastramos esa forma de entender la poesía social y el compromiso en el arte. El problema no era sólo el contenido de dichas reivindicaciones sino las formas en sí: todo compromiso político debe quedar excluido de la expresión musical. Para algunos son modos propios del pasado. Es el empeño postmodernista por romper con el tradicional espíritu crítico intelectual, por romper con los dogmas del pasado.

Fue inevitable en su momento. Se destapaba una olla a presión cerrada durante cuarenta años. Y llegaba el momento de liberarse. Pero es discutible que ciertos sectores de la música sigan con esos planteamientos a estas alturas. Decir que la canción de autor es un anacronismo es una tontería. Se trata de un género musical. Es como si en literatura afirmáramos que la novela negra, por ejemplo, es un anacronismo.

Es curioso que con respecto al rechazo del término cantautor no ocurre lo mismo en la música anglosajona. Woody Guthrie era adorado por Dylan, Springsteen hizo un disco homenaje a Pete Seeger, y Leonard Cohen es homenajeado por grupos de pop punteros. Incluso en este país si dices que tus referencias son Bob Dylan, Neil Young, Jonni Mitchell o Donovan eres un tipo cool. Si dices que tus referencias son Paco Ibáñez, Serrat, Silvio, Aute o Pablo Guerrero eres un nostálgico, un anacronismo musical. Me temo que somos un poco cortos de miras y dados a ningunear lo local.

Pero es raro: reivindicar algunas figuras del pop más blando de los ochenta mola. Hacerlo con figuras más combativas de los setenta e incluso de los ochenta te convierte en un nostálgico.

3-Hablaba de lo personal, y quizá esa sea la clave a la hora de componer: ir de la realidad personal a la realidad colectiva sin que se note, que ambas esferas estén imbricadas.

Eso ha sido para mi el reto a la hora de escribir una canción con componente reivindicativo. Te recuerdo Amanda, de Víctor Jara cuenta una historia muy personal, una historia de amor, pero con un trasfondo político claro. Pero es que la vida consiste en eso. Nuestra vida diaria, nuestro ánimo se ve afectado por lo que ocurre políticamente a nuestro alrededor. Por más que queramos vivir en una burbuja la realidad social influye en nuestros hábitos, en nuestra forma de desarrollar las relaciones con los demás. El ser humano es un animal político por más que se nos intente convencer de que la esfera política pertenece a una élite que decide por nosotros, de que el modelo de convivencia, social y económico, difícilmente puede verse afectado por nuestro cuestionamiento de la realidad. La consolidación de la democracia le quitó el protagonismo político al pueblo, que representaba la vanguardia en la exigencia de cambio, de libertades, para dárselo a una clase política que se nos antoja lejana e incluso ajena a nuestros problemas diarios. Además, nos dijeron que la Historia había terminado, que el sistema era único e incuestionable, y algunos abandonaron los sueños.

4-Lo que está claro es que a estas alturas no debe de ser fácil hacer letras sociales/políticas: no tienen ya sentido las consignas panfletarias/demagógicas o las demasiado obvias del estilo “no a la guerra” o “no a la violencia”, ¿no?

Los frentes no están tan claros como antes. Pero eso no quiere decir que no existan. Si algo nos distingue de la generación de nuestros padres es que nos hemos desprendido de los dogmas sobre los que se asentaban sus estructuras ideológicas, rígidas, claras y definitivas para ellos. Nosotros no tenemos tan claras las respuestas, pero sí compartimos las preguntas. Es más, entendemos que cada pregunta no tiene una única respuesta. Si algo define al movimiento altermundista es su pluralidad, los diferentes colores políticos que conforman esa red de movimientos convergen en la necesidad de replantear la globalización despiadada en la que vivimos. Gente que trabaja en unos ámbitos muy concretos (feminismo, indigenismo, movimientos estudiantiles, movimientos de trabajadores, de parados) coinciden en este movimiento multicolor porque comparten preguntas. Y en los foros en los que se reúnen, el debate de las ideas bulle efervescente en un intento de consensuar las respuestas y de establecer una nueva estructura de pensamiento.

5-Cuando comienzas a escribir una canción, ¿tienes la intención de hablar en ella sobre tal o cual tema desde el principio del proceso o eso es algo que se decide por el camino?

Uno canta a lo que le emociona. El hecho de escribir una canción con cierto elemento social o reivindicativo no es tan diferente del de componer una canción de amor o desamor. Se trata de sentimientos. El observar una situación de desigualdad genera en uno sentimientos, a veces de indignación, otras de solidaridad… De ahí nace la canción y de ella se desprende el compromiso. Así de sencillo.

Por eso me sorprende que gente con una cierta sensibilidad a la hora de componer no sea capaz de conmoverse ante la lectura de un periódico lo suficiente como para tomar partido cuando la ocasión lo merece. Y no hablo sólo de actos de caridad que tranquilicen nuestras conciencias, sino de discursos que realmente persigan transformar la realidad.

Tampoco se trata de componer para remover conciencias. Es demasiado vanidoso. Se trata de componer para sentirse acompañado en un sentimiento, en una búsqueda, en una lucha. Y existe el peligro de convertirse en un profesional de la política o de la solidaridad parapetado detrás de una guitarra. Y no se trata de eso. Ante todo uno es músico.

6-¿Qué grupos o solistas españoles (o en español, ampliemos a Latinoamérica) te han hecho, a lo largo de tu vida, abrir la cabeza a ciertos temas, pensar sobre esos asuntos o empujarte a tomar partido?

Crecí escuchando a Víctor Jara, a la Nueva Trova Cubana, a Serrat, a Paco Ibáñez, a Llach, a Aute. Con una tradición así, con la deuda que tenemos con ellos, autores como son de gran parte de las mejores canciones escritas en la música popular española y latinoamericana, ¿cómo renegar del término cantautor?

Ismael Serrano