lunes, 26 de abril de 2010

El mundo gira

El mundo gira como el polen arrastrado por la brisa.

Una mujer cierra la maleta y emprende el viaje. Cruza el océano en busca de sus afectos. Besos en el portal. Cuídate. Llama cuando llegues.

Taty Almeida, de la Madres de la Plaza de Mayo me habla de la presentación del libro de poemas de su hijo desaparecido. En Madrid, como en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, hombres y mujeres empuñan carteles con los rostros de los represaliados por la dictadura. Mi abuelo, albañil, recorría cuarenta kilómetros todos los días para ir al trabajo. En su pueblo no podía trabajar. Era un estigmatizado. Era republicano. Tuvo más suerte que otros. Sobrevivió.

El mundo gira como una bolsa de plástico atrapada en el torbellino.

Camino de Murcia, con buenos amigos, comemos torreznos en un bar de carretera. Los molinos de viento no giran sus aspas, descansan limpios y rehabilitados. Son gigantes domesticados y decorativos que duermen la siesta sobre la meseta. Nadie los embiste. Rocinante descansa flaco y huérfano bajo un plátano junto a la estación de servicio.

El mundo gira como un tiovivo en una feria desierta y abandonada.

Seguimos hablando con la UNRWA, la agencia de la ONU para la ayuda a los refugiados palestinos, sobre la situación que allí se vive. Centenares de menores encerrados en cárceles por arrojar piedras, rutas endemoniadas que vuelven imposibles los encuentros por los cortes que provocan las carreteras israelíes (la circulación en ellas está restringida para los palestinos), controles disuasorios para cooperantes, sombras sobre el futuro de Palestina. Los países recortan sus donaciones en tiempos de crisis. Debiéramos ayudar de alguna forma.

El mundo gira como un viejo derviche cansado.

El concierto en Murcia es impresionante. La gente se agita como amapolas en un campo dorado. Nos contagian su alegría. Mil gracias por el calor. Al cantar Balance no puedo dejar de emocionarme. Después de tantos años aún seguimos cantando, seguimos intentando recordar qué debe ser vivir. Debe ser algo parecido a lo que siento cuando alguien tararea una canción conmigo. Siempre es viernes, siesta de verano…

El mundo gira como la bolsa de maíz en el microondas. Las palomitas estallan como carcajadas enjauladas.

Una mujer llega tras un largo viaje a Madrid. Es interrogada por el funcionario que vigila la frontera tras un cristal. ¿Por qué viaja? ¿Hasta cuándo? ¿Con quién? Las respuestas más sinceras no le convencerían al funcionario. Porque vivo, porque tengo preguntas, porque amo, porque estoy viva.

El mundo gira como la figura danzante en la chacarera.

Seguimos con nuestro viaje: Alicante, Palma de Mallorca. De ciudad en ciudad desplegando nuestro muestrario multicolor de abalorios y sueños. No ofrecemos elixires que prolonguen nuestra vida, pero sí que la hagan más intensa. Si tú quieres te acompaño. No soy más que lo ves.

El mundo gira. Estamos vivos. Y saludamos esa certeza cantando. Para bien o para mal, es lo que sé hacer. El mundo gira, luminoso y azul, como los días de la infancia de Machado. Durante un instante se detiene como el tiovivo de la niñez. Durante un instante observa la llegada de la muchacha, la risa de Taty al hablar de sus nietos, la bandera tricolor ondeando en la puerta del sol, mi gesto mientras hago balance sobre el escenario, la cometa de un niño palestino agitada por el viento. Se detiene maravillado para observar este pequeño milagro. Estamos vivos. Aún soñamos.

martes, 20 de abril de 2010

Refugiados

Seguimos de gira por el norte. Primero Mondragón. Se trata de un concierto enmarcado en unas jornadas de solidaridad con el pueblo saharaui. El hombre del desierto esperó demasiado, dice la canción. Es cierto. Y el Gobierno español elude su responsabilidad a la hora de exigir con valentía una solución sostenible que atienda a las exigencias legítimas de los saharauis. No basta con gestos, no basta con la ayuda que el gobierno a través de sus oficinas de cooperación internacional otorga a los campos de refugiados en Tinduf. Hay que exigir que se respeten los derechos del pueblo saharaui en lo que respecta a su autonomía, a su territorio, a su soberanía.

Al día siguiente acudimos a San Sebastián. Empiezo a disfrutar de los conciertos, las piezas del puzzle se van encajando, aunque sigo buscando el equilibrio que necesita el ritmo del concierto. El maravilloso público guipuzcoano nos brinda su calor y me ayuda a recordar por qué es tan terapéutico cantar sobre el escenario. El concierto es efervescente y las canciones fluyen como el mercurio, como las historias que se cuentan dos viejos conocidos que se encuentran después de estar mucho tiempo alejados. Casi precipitándose como el hielo azul del glaciar sobre el agua en la primavera, provocando mil coronas de agua que mecen las aves, las flores que sobre su superficie se posaron. Soy feliz sobre el escenario porque reconozco a viejos amigos cantando mis canciones. Los echaba de menos. Mil gracias.

La UNRWA nos invita el lunes a participar en una mesa de debate. La UNRWA es una agencia de las Naciones Unidas con el mandato de trabajar dando apoyo y protección a los refugiados palestinos en los diferentes territorios en los que se encuentran. Creada en 1949 para dar servicios sociales a los cerca de 914.000 refugiados palestinos contabilizados en 1950 ha trabajado hasta el día de hoy para ayudar al desarrollo de los pueblos desplazados durante las sucesivas guerras que ha padecido la zona. El número de refugiados en la actualidad es de 4,7 millones repartidos en los campos de Cisjordania, Franja de Gaza, Líbano, Siria y Jordania.

El panorama que presentan los ponentes es desolador. Los delegados de la UNRWA insisten en que una solución del conflicto sólo pasa por contar con los palestinos desplazados a la hora de establecer los términos de las negociaciones de los procesos, pero la negativa constante de Israel a que puedan retornar a su país de origen supone una zancadilla constante en las conversaciones, lo que no hace más que prolongar la situación dramática en la viven dichos refugiados.

Los campos de refugiados palestinos en Gaza y Cisjordania representan las zonas de mayor densidad de población del planeta y las condiciones económicas de extrema pobreza provocadas por el cerco implacable del ejercito israelí enrarecen el clima de diálogo que ha de acompañar a cualquier negociación.

La paz se ve cada vez más distante, dice alguno de los presentes. El problema del pueblo palestino ha pasado de ser el reconocimiento de un Estado Palestino, el reconocimiento de sus fronteras, al reconocimiento de su derecho a existir.

Aún así hay un empeño por no perder la esperanza. Hay quien apela a la sociedad civil para que presione a la clase política. La UNRWA se financia con las donaciones de los gobiernos y sólo a través de la presión popular, de la iniciativa solidaria de los pueblos podremos conseguir que se genere una conciencia que urja a la comunidad internacional a exigir el cumplimiento de las resoluciones de la ONU, a buscar una solución sostenible en uno de los focos de conflicto más candentes del planeta.

Refugiados. Desplazados de sus hogares sueñan en su eterna noche con el retorno mientras el planeta duerme febril y agitado por las pesadillas.

Mira tu entorno más cercano. El paquete de tabaco descansando sobre la mesa de la cocina, el cenicero a medio llenar, la foto de tus hermanos en la estantería, congelados en aquel tiempo en el que la vida estaba aplazada y todo era más sencillo, el libro que te acompaña en el metro camino del trabajo, tu ropa dormida en el armario, la cama deshecha por la mañana, la cafetera que tiembla a punto de regalarte el segundo sabor del día (pongamos que el primero fue el de unos labios), tus discos ya gastados por el intenso girar que arranca el humo de sus melodías, las paredes de tu casa, su techo, el refugio en el que hiciste planes, amaste, soñaste, lloraste, el camino que te lleva al trabajo, la pequeña tienda de tu calle en la que un hombre de acento irreconocible introduce las viandas en la bolsa, el bar donde bebiste la penúltima cerveza, piensa en lo más pequeño y en lo más grande, en el armazón que rodea tu vida, dándole la forma equilibrada que sopesas en tus manos en las horas de balance.

Ahora piensa que te lo quitan todo. Que queda un hueco en tu pecho, en tu cabeza, que reducen a cenizas los recuerdos, que desclavan los alfileres que anclaban tu vida al tapiz de la historia, piensa que desaparecen todos los tesoros que acumulaste en una vida de esfuerzo y búsqueda. ¿Dónde refugiarse de tanta ausencia? ¿A qué aferrarse cuando en tu pasado queda un espacio en blanco allí donde se escribieron los días azules de la infancia?

Quizá sea algo así ser un refugiado. Ver como el alma se parte en pedazos y uno trata de atar los restos con los alambres que encuentra camino del exilio.

Queda mucho por hacer. Y acordarse de vivir, es saber que estar vivo supone asumir el reto de devolverle la vida a aquellos a los que se la robaron.

martes, 13 de abril de 2010

Abril

Comenzó la gira. Primer concierto en Bilbao. Las puertas de una casa soñada se abren. Tras la ventana el murmullo de la ciudad como el ronquido de un dragón, celador dormido y humeante de alegrías y fracasos. Un reloj suena con la monotonía de una tarde de siesta y telefilm meciendo la danza de los fantasmas que uno encuentra cuando vuelve. Nervios. Muchos nervios en la primera presentación. Presento a los vecinos, desconocidos que habitan en el piso de al lado y que reconocemos por el rumor de vida que traspasa las paredes de papel.

Pendiente de las canciones, de la banda, de las historias, de que todo salga bien las canciones desfilan ante mi como dibujos en un papel abandonado sobre la acera que emborrona la lluvia. Soy feliz pero apenas puedo darme cuenta. Es lo que tienen los primeros conciertos. Ni siquiera cuando el concierto termina y hago balance puedo darme cuenta de lo mucho que se agitó mi ánimo durante el recital. El público de Bilbao, como siempre, atento y generoso nos recibe con afecto.

La mañana siguiente nos saluda luminosa. Paseo por el Guggeheim y comemos unos pinchos en la Plaza Nueva. En el viaje de vuelta repaso el repertorio, los detalles, los posibles cambios para mejorar el ritmo. Soy obsesivo y no es bueno. A veces no me permito celebrar las alegrías y el primer concierto en el Euskalduna lo merecía. Fue un hermoso comienzo.

Es abril. Mes republicano. Soy republicano porque creo en los valores de igualdad, fraternidad, libertad, laicismo, justicia y paz que ha de encarnar la República. Y porque los españoles tenemos derecho a elegir a nuestros Jefes de Estado. Y madurez para afrontar un debate al respecto.

Aunque algunos acontecimientos quieran hacernos dudar al respecto. Vemos consternados, indignados, como la ultraderecha, en gran parte responsable de las atrocidades perpetradas por el franquismo, sienta en el banquillo al único juez que se atrevió a investigar los crímenes de entonces. Aunque haya quien quiera plantear las investigaciones de dichos crímenes y los procesos abiertos por Garzón y otros jueces como un acto de revanchismo, desde la confrontación ideológica, tenemos que entender que lo que ampara a esas investigaciones es el derecho internacional, el concepto de justicia universal tan incómodo para los que se empeñan en escribir la Historia desde la perspectiva de los verdugos. ¿Esto era el espíritu de la transición, la certificación de que el viejo dictador lo dejó todo atado y bien atado? Pensé que era otra cosa.

Pero como dice la canción:

Volveremos a tapar las calles

hasta que amanezca con futuro y versos.

Volveremos a ser libres, puros,

y tú me pondrás flores en el pelo.

Volveremos a asaltar los cielos

y arderán las calles como antes de nuevo.

Brillará en tu piel una primavera

roja de luz color caramelo.

Y esta primavera color caramelo se empeña en ser republicana, más que nunca. Porque ser republicano es entender que la justicia ha de estar por encima de las rencillas entre jueces, del impero del olvido en que quieren sumirnos los vencedores, del empeño de algunos por entender el poder judicial como una prolongación de los aparatos políticos de uno u otro partido.

Y, mientras, seguimos preparando la gira, haciendo nuevos equipajes para volver al norte. El disco apenas ha visto la luz y veo crecer las canciones sobre el escenario, con ese andar torpe del animal recién nacido, pero maravillado ante el mundo que acaba de descubrir.

Abril mancha el tapiz de la vida con tres colores, nos recuerda que estamos vivos, que queda todo por hacer y me pide un poco de calma para poder disfrutar de los primeros conciertos. Pongo el alma en cada canción cuando me subo al escenario, porque sobre él siempre es abril.

martes, 6 de abril de 2010

Días intensos

Días intensos estos en los que el disco empieza a ver la luz. ¿Por qué a veces me invade una cierta melancolía ante el feliz parto de un nuevo trabajo? Me ayuda a sobrellevarlo la electricidad que escala mis manos al agarrar la guitarra para empezar el ensayo general de lo que serán los conciertos de la gira.

Un sofá rojo, un contestador que resuena en el salón vacío de nuestros corazones, las paredes de papel por las que se cuela el rumor de vida de los vecinos, alguien que entrega correo perdido, esa luz encendida que asoma por la ventana y que contemplamos desde la calle preguntándonos que color tendrá la vida que alberga esa casa lejana en la que habitarán, suponemos, gente como nosotros, hombres y mujeres que sueñan futuros imperfectos mientras la cafetera ronronea como un gato adormecido, mientras el televisor ilumina el salón con su luz estroboscópica o mientras un viejo disco gira olvidado, llenando la habitación de luciérnagas. Parte de esto, o de algo parecido, formará parte del escenario en el que se desarrollarán los conciertos de “Acuérdate de vivir”.

Porque el disco aún no se ha terminado. Aún queda vestir las canciones en directo. Peinarlas con ternura como al chaval que parte camino del colegio, revisar su silueta perdiéndose en la calle atestada de gente como el que mira la persona a la que acaba de despedir y quedó sin escuchar la última confesión omitida: Te voy a echar de menos, maldita sea.

Es difícil describir el pudor que produce mostrar al mundo las canciones en las que tanto de nosotros depositamos y en las que tanto trabajamos. Hace poco un periodista me hablaba de que algunos músicos hablaban de sus discos como meros trámites promocionales para luego encarar la gira que les llevaría de un lado a otro. Me duele pensar que éste, nuestro disco, es un mero producto promocional, porque el estudio de grabación es un laboratorio en el que se produce una gran tensión creativa, en el que se realiza un gran trabajo de investigación, que difícilmente se puede hacer sobre un escenario: los tiempos en el estudio son otros y los medios profesionales (entre otros por los músicos que participan en su grabación) y tecnológicos también. Es cierto que las canciones crecen en los conciertos, que, puesto que tienen vida propia, muestran otras caras, ganan en matices y caminan hacia caminos a veces diferentes a los planeados. Tiene el principio de incertidumbre, por aquello de que tú estás escuchando, mucho que ver en su crecimiento, pero de esto creo que ya hemos hablado en más de una ocasión.

No sé muy bien qué decirte. Sólo se me ocurre darte las gracias. Por tu atención, independientemente de los sentimientos que en ti puedan provocar estas canciones. Componer es establecer un diálogo con uno mismo. Tratar de hacer balance y establecer las prioridades en las búsquedas y los interrogantes.

Editar un disco supone establecer después ese diálogo de nuevo contigo. Decirte quizá: esto es lo que soy, esto es lo que viví, lo que viví porque tú estabas a mi lado. Es esa conversación en torno a la hoguera primigenia bajo el cielo estrellado, preguntarte mientras remueves con una rama la brasa que duerme, “¿no pensaste alguna vez que la vida que parpadea tras las ventanas que observamos desde la calle es la nuestra vestida con otros cuerpos?¿no tuviste miedo algunas noches del tic tac ensordecedor de los relojes?¿no sentiste que la vida a veces está en otra parte?¿te dije ya que tus luchas son las mías?¿no caíste en la cuenta de lo hermoso qué es vivir?¿sabes que a veces no te soporto y casi siempre te echo de menos?” Y no hace falta que respondas. Sólo escuchas mientras mantienes el fuego encendido, o mientras saboreas el trago que limpia tus sienes y quema la garganta al calor de aquella barra y miramos con complacencia como sale del bar una pareja que se ama, o mientras paseas por el centro de tu ciudad a mi lado viendo bailar el polen de los árboles mecidos por el viento que trae la primavera.

La vida es esta incertidumbre. Salir a tu encuentro sin la certeza de saber si acudirás al encuentro. Mejor aún. Encontrarte en el lugar acordado mientras finges estar enfadad@ porque, de nuevo, llego tarde, y yo te abrazo y el sol abre sus pétalos regando con su aroma tu risa y ya no es tarde, aunque me haya retrasado, porque es pronto, porque queda todo por hacer y nos perdemos calle abajo mientras me deshago en disculpas y te cuento el último chiste, malísimo, que me contó Bergia y te hablo de una canción, la penúltima que, como no, habla de ti.